20.11.05

Un viaje en la cueva (cont.)

Cuando todos estaban volviendo a acomodarse en sus asientos, el chofer arrancó el colectivo y aceleró. Sus ojos chispeaban y miraban fijo como si buscara algo en particular entre tantos autos en la avenida. De repente estaban a la par: la cueva y el 60, el 365 y la carreta. Como si quisiera pasarlo por la derecha nuestro cavernícola amigo se tiró con su colectivo encima del otro. El del 60 volanteó hacia la izquierda y volvió a cerrarse sobre el 365, pero no midió la distancia y destrozó su espejo derecho sobre el lateral izquierdo de la cueva, que no reculó. "Tomá hijo de puta, te hice mierda el espejo, pelotudo"- decí­a el colectivero con tono triunfal mientras frenaba contra el cordón y veia como el 60 seguí­a su recorrido.

Quienes estaban en el colectivo habí­an enmudecido de golpe. Las señoras estaban pálidas y los chicos se debatí­an entre una sensación de completa carcajada y una de pánico total. "Bueno, ya está chofer, por favor!"- dijo una de las mujeres. "Si señora, no se preocupe que ese no jode más"- contestó el chofer mientras volví­a al medio de la Avenida para seguir viaje.

Carlos y Diego se miraron y levantaron las cejas sorprendidos "Qué momento"- dijo Diego practicando una leve sonrisa. "Si bolú, es una bestia este pibe"- contestó Carlitos largando el aire contenido. "Si, tal cual, para mi que es uno de los hermanos macana"- bromeó Diego logrando la carcajada de ambos.

Seguí­an por Av. Centenario. Se habían detenido en el semáforo que hay en el cruce con Av. Márquez. Desde esa esquina se ve, sobre la mano derecha el Hipódromo de San Isidro que posee una gran entrada en forma de bahia de unos 40 metros, con espacio para que estacionen algunos autos a los costado de la puerta. Si, si, jaja, estamos dentro de un capí­tulo de Los autos locos y no nos dimos cuenta!"- seguí­an bromeando los chicos hasta que... "Uy no, y éste?"- dijo el chofer tragando saliva y con los ojos humedecidos.

Todos miraron hacia adelante. "Qué pasa chofer ahora?- increpó una de las damas. "Mire ahi, ahi adelante, en la puerta del hipódromo..." Con la parte trasera del lado de la entrada, y la delantera apuntando a la Avenida estaba el 60. Del lado derecho el espejo colgaba de un caño retorcido, del lado izquierdo el chofer, agazapado detrás del volante, miraba y se sacudía de atrás para adelante en su afán de acelerar con fuerza el vehículo. Como un toro embravecido el colectivo se zarandeaba diabólicamente en una actitud que parecía decir "vení­, pasá que te parto al medio como un queso"

Era cuestión de segundos, el semáforo estaba por cambiar y tenía que decidir qué hacer. "Agarrensennn todos!- gritó el colectivero. Dos de las viejas empezaron a invocar a Dios y todos los santos, las otras dos le gritaban al chofer "Qué va a hacer, qué va a haceeer!!? Los chicos, que seguían en el asiento de atrás, se acomodaron cada uno en un lateral para tener caños de donde sujetarse, al grito de "uh la puta madre" y "agarrate boludo". El semáforo abrió el giro a la izquierda y hacia allí fue la cueva a toda marcha.

Poco les importaba a todos que el colectivo se saliera de recorrido, era un caso extremo y desviarse un par de cuadras parecí­a una solución inteligente. "Hay Dios mí­o qué hace ese loco"- dijo la señora de la mano retorcida casi sollozando "Qué lo parió, nunca me habí­a pasado esto, hacemos unas cuadras y retomo, no se preocupen"- tranquilizó el chofer. Pero de la parte de atrás del bondi se escuchó, como si hubiera visto al diablo, a Diego gritar "Ahi vieneeeeeeeeee, aceleraaaa!!!!.

El chofer miró por el espejo retrovisor y vió al colectivo acercarse como un tren. Puso un cambio y aceleró lo más que pudo. Era un día de semana, al mediodí­a, por suerte la calle no estaba muy poblada, pero Primera Junta es una calle angosta de doble mano en la que no entran dos autos por mano, y menos dos colectivos. La carreta se acercaba, evidentemente su colectivo era más rápido. Los chicos gritaban como locos y las señoras se abrazaban y se agarraba fuerte, fuerte. Pero lo que todos temian que pase, pasó: el 60 les acercó la trompa y los chocó. El sacudón los dejó a todos descolocados: Diego se cayó al piso, Carlos quedó tirado sobre el asiento con las patas para arriba, las señoras se dieron contra el asiento de adelante y se abrazaron más fuerte empezando a llorar. El chofer consiguió acelerar un poco más y rezaba para sus adentros que el semáforo de Libertador estuviera en verde. En la avenida del bajo el semáforo estaba en verde, hacía bastante. El chofer de la cueva aceleró, el semáforo se puso en amarillo, el colectivo frenó un poco, hizo un rebaje, dobló con todas sus fuerzas a la derecha y volvió a subir un cambio. El del 60 clavó los frenos porque un auto empezaba a cruzarse, aunque se olvidó del rojo y también dobló, le dió tiempo al chofer de la cueva de volver a girar en una calle hacia la derecha y en otra hacia la izquierda, tratando de perderse definitivamente. Siguió un par de cuadras más por la paralela a Libertador hasta que Diego, asomado por la luneta confirmó "se fué, ya no nos sigue!"

El chofer detuvo el colectivo, se tiró sobre el volante y se puso a llorar desconsoladamente. Las señoras seguí­an llorando y empezaron a calmarse, buscaban sus carteras, se acomodaban el pelo, se miraban los magullones, una se paró y fue adelante con el chofer "ay, ya está, ya pasó, tranquilicese por Dios qué locura, qué barbaridad". Los chicos estaban pálidos, entre las náuseas y la taquicardia. Fueron adelante, preguntaron si estaban todos bien y le pidieron al chofer que abriera la puerta. El conductor, reponiéndose, les ofreció acercarlos hasta la Avenida Santa Fé, pero ellos prefirieron bajarse y caminar. Tení­an más de 25 cuadras a pie, pero ya habí­an tenido suficientes emociones en este inolvidable viaje en "la cueva".


NdA: Esta historia está¡ basada en un hecho real. Los nombres de los protagonistas fueron cambiados para proteger su privacidad.

4 comentarios:

Principito dijo...

Espeluznante!
Un relato que hiela sangre.

Mausi dijo...

Ay, entonces algo hice mal :( yo me morí de risa cuando me lo contaron.

Principito dijo...

Usted es de esas personas que cuando alguien se cae en la calle se mueren de risa? :S

Mausi dijo...

Noooo... primero veo si puedo ayudar. Y si está lejos de mis posibilidades de solo recordar la imágen de la persona dando de jeta contra el piso se me caen las lágrimas... de risa!!
Ojo, que más me rio cuando me caigo yo, eeh...