28.11.05

El Cisne

Todos la amaban. Era inteligente, divertida, comprensiva y buena. Nadie se fijaba si era linda o no, eso no le importaba a nadie... salvo a ella.
"Todos son tan hermosos"- sufría en silencio. Y a su alrededor las personas tenían rostros perfectos, bocas soñadas, miradas sensuales, narices respingadas y cuérpos atléticos.
Ella se veía tan común, tan simple que pensaba que esa era la razón por la que todos eran tan buenos con ella y la querían tanto. "Quién podría sentir envidia o celos de mi, sería ridículo! sólo sienten pena"- razonaba.
Pero para no terminar de destruirse prefirió consultar a alguien. "Vos crees que yo soy fea?"- le preguntó un día a una amiga. "Fea!! estás loca, vos sos divina y re simpática; qué tendría que decir yo entonces con este pelo y esta nariz, es extraño solo cuando estoy a tu lado me siento mas bella- dijo su amiga. Y ella se puso tan mal, "cómo puede decir eso, no sólo que es perfecta, además se burla de mi!" - pensaba enojada.
Un día, vió pasar una estrella fugaz, se animó y pidió un deseo. "Deseo ser tan hermosa como los demás"- susurró para si misma. Esa noche, tuvo un sueño muy extraño. A la mañana siguiente el sueño estaba tan borroso que apenas lo recordaba. Y no intentó hacerlo. Salió a la calle y todo el mundo la miraba. Ella bajaba la cabeza, como de costumbre. Aún así percibía que la miraban. Con miradas extrañas.
Pasando frente a una vidriera se detuvo y se sorprendió. Se veía hermosa, su pelo era largo y con bucles. Su nariz, sus ojos... todo como lo había soñado siempre. Simplemente no podía creerlo, era su deseo hecho realidad!
Caminó unas cuadras para calmar su exitación y segura de que las miradas eran para contemplarla, empezó a hacerles frente con una leve sonrisa. Pero al mirar empezó a sentir un extraño escalofrío. Todas las personas que se cruzaban tenían caras horrorosas. Narices deformes. Ojos saltones. Cabellos desalineados. Jorobas. Rengueras. Deformidades.
Entró corriendo al negocio que atendía su amiga. Cerró la puerta de vidrio y se quedó mirando hacia afuera, respirando agitada. "Hola amiga, -le dijeron desde atrás - que pasa, estás bien?- le preguntó. "Si, si... es que..." -dijo mientras giraba, pero en el instante que vió a su amiga no pudo evitar gritar- "Ahhhhh!!!!!!!"-. "Eh, qué pasa!"- la miró sorprendida su amiga. "Es que... tu, tu... -no le salían las palabras y gesticulaba. "Mi, mi... qué"- intentaba entender la amiga. "Tu nariz! y tu pelo!" - expulsó las palabras. "Si ya te había dicho que son horribles, hoy no tengo un buen día, así que no me burles"- se defendió la chica de nariz aguileña y pelo como escoba.
En ese instante algo le vino a la mente. Era el recuerdo del sueño que había tenido la noche anterior que se presentaba en su mente con mayor nitidez. En un lugar desierto, lleno de inmensidad y sin horizonte visible, un ser volaba encima de ella. No daba miedo. Sólo era un rostro indefinido e inexplicable. Con una suave voz le hablaba. Al recordar esas palabras no pudo evitar derramar una lágrima y taparse la cara, para llorar.
"Desde niña tuviste el don de poseer una gran belleza interna, la cual contagiaba a los demás. Tu optimismo, tu fé, tu alegría hacían que todos se vieran y se sintieran más hermosos. En vos se reflejaban las cosas buenas de los demás, las bondades, la belleza interior. Un espejo no refleja las virtudes, pero a medida que pasó el tiempo, preferiste creer en la realidad que te mostraba el espejo y perdiste la fé, el optimismo y la alegría. Ahora sólo te importa verte bien. Decidiste dejar tu don más preciado. Pero los dones no pueden abandonarse. Sólo... revertirse."

25.11.05

Completitud

En la inasequible serenidad de la noche, como un espectro, merodeo. No se por qué, los recorro y los miro. Y no es un sueño. Los tapo, los acaraicio y los beso. Y los dos reaccionan igual, murmuran dormidos los restos de una preocupación del día "no, nena, ese juguete es mio" o "si viejo, el viernes que viene tenés los productos". Y yo simplemente sonrío y me vuelvo a dormir tranquila, no sin antes suspirar un "Gracias Ma" dirigido mentalmente hacia arriba.

24.11.05

Blogueto

Inteligencias y sensibilidades.
Fortalezas y debilidades.
Muchas respuestas a una pregunta.
Un laberinto. Un ovillo sin punta.

Tal vez un hombre, o una mujer.
Una lesbiana. Quizás un gay.
O un travesti, o un transexual.
Lo cotidiano y lo excepcional.

Introspección. Extroversión.
Estereotipos, y los matices
entre humor, dolor y pasión.

Amores y odios. Deslices.
Y las palabras que dan la opción
de decir si somos o no felices.

22.11.05

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21.11.05

¡Vayanse a cagar!

En menos de una semana dos personas que creía "amigas" me decepcionaron profundamente. Este medio me sirve para descargarme. Perdón por los exabruptos

A vos, argento mediocre, que estás en España haciéndonos quedar para el culo con tus modales.

A vos, frí­gida mental, que emanás envidia por todos tus poros.

A vos, que me llamabas a cualquier hora para desahogarte cuando tu novia te dejó, y ahora no tenés más que soberbia para darme.

A vos, que vivís mirando la paja en el ojo ajeno, que no tenés más que mala onda, que lo tuyo siempre es mejor que lo de los demás.

A vos, que decías que todos los políticos eran una mierda y ahora porque tuviste una reunión en "la casa de gobierno" te crees que sos "el amo" (como pusiste en el msn).

A vos "amiga" que te creiste eso de que porque vivís en Capital sos mejor persona, pero no querés pagar el alquiler porque sino no te alcanza para irte de vacaciones.

Ya no les tengo más paciencia, ni pena, ni cariño, ni respeto.

Vos, te moriste en Atocha.

Y a vos, no te volví­ a ver desde el secundario.

20.11.05

Un viaje en la cueva (cont.)

Cuando todos estaban volviendo a acomodarse en sus asientos, el chofer arrancó el colectivo y aceleró. Sus ojos chispeaban y miraban fijo como si buscara algo en particular entre tantos autos en la avenida. De repente estaban a la par: la cueva y el 60, el 365 y la carreta. Como si quisiera pasarlo por la derecha nuestro cavernícola amigo se tiró con su colectivo encima del otro. El del 60 volanteó hacia la izquierda y volvió a cerrarse sobre el 365, pero no midió la distancia y destrozó su espejo derecho sobre el lateral izquierdo de la cueva, que no reculó. "Tomá hijo de puta, te hice mierda el espejo, pelotudo"- decí­a el colectivero con tono triunfal mientras frenaba contra el cordón y veia como el 60 seguí­a su recorrido.

Quienes estaban en el colectivo habí­an enmudecido de golpe. Las señoras estaban pálidas y los chicos se debatí­an entre una sensación de completa carcajada y una de pánico total. "Bueno, ya está chofer, por favor!"- dijo una de las mujeres. "Si señora, no se preocupe que ese no jode más"- contestó el chofer mientras volví­a al medio de la Avenida para seguir viaje.

Carlos y Diego se miraron y levantaron las cejas sorprendidos "Qué momento"- dijo Diego practicando una leve sonrisa. "Si bolú, es una bestia este pibe"- contestó Carlitos largando el aire contenido. "Si, tal cual, para mi que es uno de los hermanos macana"- bromeó Diego logrando la carcajada de ambos.

Seguí­an por Av. Centenario. Se habían detenido en el semáforo que hay en el cruce con Av. Márquez. Desde esa esquina se ve, sobre la mano derecha el Hipódromo de San Isidro que posee una gran entrada en forma de bahia de unos 40 metros, con espacio para que estacionen algunos autos a los costado de la puerta. Si, si, jaja, estamos dentro de un capí­tulo de Los autos locos y no nos dimos cuenta!"- seguí­an bromeando los chicos hasta que... "Uy no, y éste?"- dijo el chofer tragando saliva y con los ojos humedecidos.

Todos miraron hacia adelante. "Qué pasa chofer ahora?- increpó una de las damas. "Mire ahi, ahi adelante, en la puerta del hipódromo..." Con la parte trasera del lado de la entrada, y la delantera apuntando a la Avenida estaba el 60. Del lado derecho el espejo colgaba de un caño retorcido, del lado izquierdo el chofer, agazapado detrás del volante, miraba y se sacudía de atrás para adelante en su afán de acelerar con fuerza el vehículo. Como un toro embravecido el colectivo se zarandeaba diabólicamente en una actitud que parecía decir "vení­, pasá que te parto al medio como un queso"

Era cuestión de segundos, el semáforo estaba por cambiar y tenía que decidir qué hacer. "Agarrensennn todos!- gritó el colectivero. Dos de las viejas empezaron a invocar a Dios y todos los santos, las otras dos le gritaban al chofer "Qué va a hacer, qué va a haceeer!!? Los chicos, que seguían en el asiento de atrás, se acomodaron cada uno en un lateral para tener caños de donde sujetarse, al grito de "uh la puta madre" y "agarrate boludo". El semáforo abrió el giro a la izquierda y hacia allí fue la cueva a toda marcha.

Poco les importaba a todos que el colectivo se saliera de recorrido, era un caso extremo y desviarse un par de cuadras parecí­a una solución inteligente. "Hay Dios mí­o qué hace ese loco"- dijo la señora de la mano retorcida casi sollozando "Qué lo parió, nunca me habí­a pasado esto, hacemos unas cuadras y retomo, no se preocupen"- tranquilizó el chofer. Pero de la parte de atrás del bondi se escuchó, como si hubiera visto al diablo, a Diego gritar "Ahi vieneeeeeeeeee, aceleraaaa!!!!.

El chofer miró por el espejo retrovisor y vió al colectivo acercarse como un tren. Puso un cambio y aceleró lo más que pudo. Era un día de semana, al mediodí­a, por suerte la calle no estaba muy poblada, pero Primera Junta es una calle angosta de doble mano en la que no entran dos autos por mano, y menos dos colectivos. La carreta se acercaba, evidentemente su colectivo era más rápido. Los chicos gritaban como locos y las señoras se abrazaban y se agarraba fuerte, fuerte. Pero lo que todos temian que pase, pasó: el 60 les acercó la trompa y los chocó. El sacudón los dejó a todos descolocados: Diego se cayó al piso, Carlos quedó tirado sobre el asiento con las patas para arriba, las señoras se dieron contra el asiento de adelante y se abrazaron más fuerte empezando a llorar. El chofer consiguió acelerar un poco más y rezaba para sus adentros que el semáforo de Libertador estuviera en verde. En la avenida del bajo el semáforo estaba en verde, hacía bastante. El chofer de la cueva aceleró, el semáforo se puso en amarillo, el colectivo frenó un poco, hizo un rebaje, dobló con todas sus fuerzas a la derecha y volvió a subir un cambio. El del 60 clavó los frenos porque un auto empezaba a cruzarse, aunque se olvidó del rojo y también dobló, le dió tiempo al chofer de la cueva de volver a girar en una calle hacia la derecha y en otra hacia la izquierda, tratando de perderse definitivamente. Siguió un par de cuadras más por la paralela a Libertador hasta que Diego, asomado por la luneta confirmó "se fué, ya no nos sigue!"

El chofer detuvo el colectivo, se tiró sobre el volante y se puso a llorar desconsoladamente. Las señoras seguí­an llorando y empezaron a calmarse, buscaban sus carteras, se acomodaban el pelo, se miraban los magullones, una se paró y fue adelante con el chofer "ay, ya está, ya pasó, tranquilicese por Dios qué locura, qué barbaridad". Los chicos estaban pálidos, entre las náuseas y la taquicardia. Fueron adelante, preguntaron si estaban todos bien y le pidieron al chofer que abriera la puerta. El conductor, reponiéndose, les ofreció acercarlos hasta la Avenida Santa Fé, pero ellos prefirieron bajarse y caminar. Tení­an más de 25 cuadras a pie, pero ya habí­an tenido suficientes emociones en este inolvidable viaje en "la cueva".


NdA: Esta historia está¡ basada en un hecho real. Los nombres de los protagonistas fueron cambiados para proteger su privacidad.

18.11.05

Humor Negro I

Contexto 1: Terminamos de cenar. Estaba tomando un té en el sillón viendo una serie en la tele.

Policí­a 1: (ante el cianótico cadaver de un actor) - Este es Fulano de Tal (no recuerdo el nombre ahora)- Estaba llamado a ser el próximo Brad Pitt.

Investigador de CSI: (negro con ojos azules y cara de langa) -Bueno ahora es el próximo River Phoenix.

Contexto 2: La chanza me toma tan de sorpresa que escupo todo el té y estallo al grito de qué joputa!. Mi marido tira los platos que estaba llevando a la cocina y viene a ver si me estaba muriendo o qué carajo me pasaba.

Fin.

15.11.05

Un viaje en la cueva

Como todos los mediodí­as Carlos y Diego salí­an del Industrial y se tomaban el colectivo. El viaje desde San Fernando hasta Martínez lo hací­an sólo dos líneas: la 60 y la 365.


"La carreta", como los chicos habí­an apodado al colectivo que llega a Constitución, vení­a lleno y paraba en todas, tal vez su fama lo hací­a más confiable por lo que, básicamente, lo tomaba todo el mundo. "La cueva" le decí­an al otro, porque la tierra pegada que lo recubrí­a no dejaba entrar la luz del dí­a.

Mucho se puede deci­r de las diferencias entre ambas lí­neas, de la gente que tomaba uno u otro, de sus razones, hasta podrí­a decirse que cada uno marcaba idiosincracias diferentes. Lo cierto es que los adolescentes, ávidos de aventura y con sus ideales a flor de piel, siempre dejaban pasar los 60 para esperar al destartalado transporte al grito de "aguante la cueva".

Como todos los mediodí­as, Carlos y Diego, tomaron el colectivo y se fueron a la parte de atrás. La cueva estaba casi vací­a, salvo por cuatro coquetas señoras que, repartidas en los asientos delanteros, no paraban de limpiar con un pañuelito los lugares del transporte que pudieran llegar a tocar... evidentemente el color amarillo de "la cueva" les habí­a hecho creer que estaban tomando un 60 y, si bien a la pregunta "llega hasta Alvear?" obtuvieron una respuesta afirmativa, de seguro no sabían dónde se metían.

El viaje se realizaba normalmente: tomaron Centenario, ya en San Isidro, pero unas cuadras antes de Belgrano, el colectivo de nuestros amigos tuvo que detenerse a subir a un pasajero que, como ellos estaba dispuesto a trepar enormes escalones, pasar veinte veces las monedas por la descuidada máquina y perderse en la débil luz del interior del vehí­culo.

Los choferes de la cueva, generalmente, hacen honor a su entorno: son cavernícolas, sin embargo nuestro amigo conductor no habí­a mostrado ser más bruto que cualquier otro. Pero en la riesgosa maniobra de acercarse desde el medio de la avenida hasta el cordón en menos de un metro y mucho menos de 5 segundos, no se percató de que un 60 que habia terminado de cargar pasajeros estaba retomando su camino sin importarle demasiado si alguien venía atrás.El chofer tuvo que frenar, con toda su fuerza, su alma y su rabia. Y todos los que estaban adentro conocieron la impotencia de no poder vencer las leyes de la física. Carlos y Diego que estaban atrás terminaron en el piso a la mitad del colectivo. Una de las señoras casi se disloca una mano y otra tuvo que ir a buscar la dentadura que habí­a quedado en el hueco de los escalones después de rebotar contra el parabrisas delantero.

Mientras todos volví­an a acomodarse refunfuñando y el chofer se despegaba del volante en el que habí­a quedado semi incrustado, el 60 siguió su camino y yo creo que todos pudieron imaginar una sonrisita socarrona en el indolente conductor de "la carreta".

"Qué badbadidad!"- gritaba la señora todaví­a acomodando su dentadura "Ay, nena... creo que me quebré la mano"- dijo la otra, exagerando. "Qué hijo de puta"- exclamó Diego. "A ese habrí­a que matarlo"- arengó Carlitos. Ninguno midió la influencia que esas palabras podí­an tener en el orgullo herido del conductor. Ninguno imaginó, tampoco, que el cavernícola que tenía dormido desepertarí­a y sucederí­a lo que posteriormente sucedió.

Continuará...


NdA: Esta historia está basada en un hecho real. Los nombres de los protagonistas fueron cambiados para proteger su privacidad.