5.12.05

El fantasma

Para mi, esos rayitos de sol en la mañana son como una manta que agarrás y llevás hasta el cuello para acurrucarte y seguir durmiendo. Me acomodaba buscando la posición y rogándole al sueño que no se vaya. Pero, sé por experiencia, que ese sueño que uno fuerza, ese querer dormir obligado, me termina trayendo pesadillas. Tal vez porque es un estado intermedio entre estar dormido y estar despierto.

Fué cuando pensaba eso que la vi. Yo iba en el colectivo a mi trabajo. Esta vez por esas extrañas formas de actuar del sueño, me había sentado adelante. Ya media cuadra antes la podía ver: la piel arrugada y translúcida, un vestido largo color marfil, el pelo color ceniza recogido en un rodete y la idea de que no era de esta época.

Con un poco de temor y fastidio, empecé a mirar para todos lados. Nadie parecía haberla visto, ni siquiera los que estaban parados. Todavía quedaba la posibilidad de que no subiera, pensé, en el mismo instante en que alguien tocó el timbre para bajar. El colectivo se detuvo, se abrieron las puertas, alguien bajó y ella muy lentamente, subió. Mi corazón empezó a latir cada vez más rápido al punto en el que la respiración asfixia. Se acercó al chofer y le susurró algo al oido, éste ni siquiera movió la cabeza que miraba fija hacia adelante. Entonces empezó a caminar lentamente hacia mi. Arrastraba una pierna, lo que la hacía más lenta aún. Cerré los ojos fuertemente, deseando volver a abrirlos y despertar. Los empecé a entreabir y seguía ahi, mirandome fijamente.

Ya no aguanté más. Hice lo que yo sabía que tenía que hacer. Me paré, me hice a un costado y le di el asiento a la vieja que había subido, mirando con bronca y algo de vergüenza al resto de los pasajeros. En un par de paradas me bajaba así que no daba para seguir haciéndome la dormida.

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