30.12.05

Dulce, melancólico y final

"La melancolía es la felicidad de estar triste"
Jack (citando a Victor Hugo)


Hay quienes le huyen, los que te dicen "no me gusta verte asi".
Hay quienes son indiferenes, los que la pasan como una gripe y siguen.
Y estamos aquellos que la disfrutamos, la deseamos, la buscamos y la padecemos.


Los primeros son los que te engañan (y se engañan), los que bailan pachanga en un funeral o te dicen en pleno entierro "no llores más, andá, andá y maquillate un poco". También son los que lloran en silencio, los que se enferman sin causa aparente, los que son como Carolyn Burnham el personaje femenino de Belleza Americana: siempre sonrientes, con el optimismo idiota a flor de piel y el grito contenido en las venas.


Los otros son los que creen que es una enfermedad. La aceptan cuando llega pero están deseando que se vaya. Se meten en la cama y siguen al pie de la letra las recomendaciones médicas: "no más de un helado por día, dos películas románticas/dramáticas por semana, si quiere llorar llore pero no deje de tomar agua para no deshidratarse y si no puede dormir media pastilla de Lexotanil".


Y finalmente estamos los que la amamos. Los que le damos resguardo en nuestra alma para que la alimente. Aprovechamos para mirar con sus ojos y ver la vida de forma diferente. La usamos como fuente de inspiración y como excusa. Somos los que nos gusta mirar el río al atardecer o una tormenta de rayos que se ve en el horizonte oscuro del mar. Los que escuchamos Chet Baker asomados al balcón viendo la luna. Los que miramos a los ojos en busca de la dulzura del alma. Somos los que brindamos por los que no están y les dedicamos cada fin de año un pensamiento lleno de profundo amor y de esta inseparable y dulce melancolía.

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